Ganar la lotería para muchas personas puede sonar como una bendición, pero para Graeme fue todo un infierno.
Un joven que vivió con la filosofía de hacer todo lo necesario para obtener lo que quieres, gracias a su padre, llegó al punto en que no le faltaba nada. Tenía un buen puesto de trabajo (obtenido por nepotismo), una familia amorosa y un futuro prospero. Sin embargo, con los canones inculcados desde su casa, se convirtió en una persona avariciosa y egocentrica, que a pesar de aparentar muy bien delante de las personas, no dudaría en pasar por encima de ellas.
Uno de sus compañeros de trabajo envidiaba su "vida perfecta", ya que hasta su padre (el jefe de ambos), lo trataba como "el hijo que nunca tuvo", lo que no hacía más que alimentar su odio, y como si el destino quisiera burlarse de él, se entera de que Graeme ganó la lotería.
Esto fue la gota que colmó el vaso. ¿Cómo puede una persona así tener tanta suerte? John, que es el nombre de su compañero, hurdió un plan para vengarse de él.
Secuestra a su hijo y pide el dinero del premio para liberarlo, y aunque Graeme acepta, el niño es asesinado y encontrado a las afueras del pueblo. La esposa de Graeme no puede soportar la pérdida y se suicida al poco tiempo.
La vida de Graeme quedó completamente destruida, perdió todo lo que le importaba, solo le quedaba una casa vacía y un premio que no necesitaba. En lugar de traerle la "felicidad" que buscaba, le quitó todo lo que le importaba. A partir de ese momento, pasa de barra en barra tratando de ahogar su culpa en alcohol.
En uno de estos bares, el camarero que lo atendía le recomendó un sitio en las afueras de la ciudad. Un lugar que podría devolverle el sentido la vida, incluso a alguien como él. Este lugar era el Jardín.
Desde que llegó aquí, Graeme no ha obtenido respuestas. Fue ilusionado con la promesa de volver a tener un proposito. Es el más reacio a dar su devosión a Edgar.